domingo, 15 de agosto de 2010

EL INFILTRADO


No es posible que los designios sobre las candidaturas socialistas para las elecciones municipales y autonómicas hayan sido inspirados sólo desde el interior del PSOE. No es imaginable que puedan ser tan torpes ni tan ineptos. Es preciso buscar alguna interpretación y explicación que nos lleve a la etiología del maleficio. Cierto es que hay quien echa la culpa a las improvisaciones de Zapatero, al que acusan de no tener un plan, de ir a salto de mata y de vivir sólo para el día siguiente… Los más malvados y maquiavélicos sostienen que lo que realmente anhela el presidente es perder Madrid para que nadie la haga sombra. Incluso que todo el culebrón veraniego de la Trini ha sido una maniobra sibilina y mefistotélica para convertir a un desconocido no muy brillante como es Tomás Gómez en un héroe hasta elogiado por la derecha más carca gracias al valor demostrado y a su insobornable dignidad. Y que la pobre candidata de la chupa de cuero habría aceptado el triste papelón de sparring como una muestra de su disciplina y entrega a la noble causa, que además no le impediría seguir siendo ministra y librarse de un probable varapalo electoral frente a la lideresa.

Pero esas explicaciones no cuadran. No sirven para explicar los patinazos de 2003, 2007 y ahora otra vez, un desliz tan contraproducente, en una coyuntura tan desfavorable. El adversario está dentro, sin duda. Las meteduras de pata crónicas no las ha gestionado directamente la derecha. Pero…. Ese enemigo interior se disfraza, se esconde y pasa desapercibido.

Es por este motivo por el que aumentan las sospechas de que en las profundidades del PSOE habitan peones infiltrados del enemigo, durmientes, que se activan automáticamente cada vez que se convocan elecciones en Madrid a fin de que el PP pueda seguir ganando sin la menor dificultad. Localizar a esos nocivos intrusos, que no se sabe con exactitud dónde se ubican, cómo se transfiguran, si están en el PSM o en Ferraz, o es que tienen la capacidad de abducir a Zapatero, a Blanco o a otros líderes, debería ser una misión imprescindible si se quiere desbancar a la derecha de la Comunidad de Madrid. Es posible que sean entes espirituales que se transmutan temporalmente en los dirigentes que tienen las riendas.

Ese o esos infiltrados han influido poderosamente para que siempre se tomen las decisiones más disparatadas y nocivas para el PSOE en la capital del reino cuando se acercan los procesos electorales. Programan y deciden con certeza la mejor forma de suicidarse. Por eso es lógico sospechar que están teledirigidos desde la otra orilla del espectro político.

jueves, 12 de agosto de 2010

LA POLÍTICA COMO REALITY SHOW


La batalla de Madrid, que se puede aproximar paródicamente a las dos Españas trágicamente enfrentadas, a modo de sainete estival, saca a la luz pública un laberinto de bajas pasiones que se acerca de forma peligrosa a un reality show, como un GRAN HERMANO retransmitido. Y pone en el escaparate lo peor de las clásicas luchas por el poder sin que los votantes y militantes del PSOE tengan más horizonte que el de espectadores de este numerito.

Las primarias prostituidas, que poco se parecen a un verdadero proceso de elección desde la base social, sino que más bien son una instrumentación de aparatos federales, aparatejos provinciales y aparatillos locales, de momento no nos dicen nada de los programas, proyectos e iniciativas de los dos candidatos en liza.

Unas elecciones por sufragio universal, donde se respete lo que decida el pueblo soberano y haya juego limpio y respeto a las reglas no forman parte de las inveteradas tradiciones hispánicas. No se pueden pedir peras al olmo.

Tomás Gómez se plantea la confrontación de poder a poder. Desde el poder virtual de las estructuras oligárquicas de un modelo de organización anquilosado y ya superado al poder real de unos alcaldes en cuyas corporaciones no todo es trigo limpio. Hasta el poder político del aparato central y de La Moncloa, que algunos ven en su declive. O que ya no les da el miedo reverencial que antaño tuvo.

No se perfila estrategia electoral alguna frente a un peso pesado como Esperanza Aguirre, consolidada en tiempos adversos y convulsos para el PSOE.

Es de temer, por consiguiente, que estemos de nuevo ante una ocasión perdida.

La reaparición de la Trini o la segunda parte de Aterriza como puedas en Madrid tampoco augura nada bueno.

Y entra en liza un nuevo actor en el “reality show”: Jaime Lissavetzky. Como gran activo, el haber estado cerca de grandes vencedores en el deporte: tenis, ciclismo, fútbol… Y más. Pero estar cerca de los vencedores no significa pertenecer a los que ganan. Puede estar muy cerca de Gallardón… Y, sin embargo, tener que oír: Madrid, la copa se mira y no se toca.

martes, 10 de agosto de 2010

¿ÉPICA, FARSA, ESPERPENTO O SAINETE?

-¿Y SE VA A ATREVER LA TRINI A LUCHAR CONTRA ESE, QUE ESTÁ HECHO DE CRIPTONITA?
- NO LO SÉ, EL SUPERINTENDENTE TIENE UN CABREO QUE NO VEAS.


No es verdad que estos sean malos tiempos para la lírica. Al contrario, la politiquilla madrileña nos llevará por el camino de la creación o recreación artística. Pasen y vean. Surge una pregunta:
¿A qué género literario pertenecería un relato o una dramatización del culebrón del verano político madrileño?

Dado el carácter semiheroico que le atribuyen a Tomás Gómez, quien como el Cid en la Jura de Santa Gadea, se ha plantado ante su señor y se ha erigido en un referente para la lid, hay quien quiere ver un combate épico en el que un nuevo héroe, comparado con un David que lucha con Goliat, inicia una larga marcha hacia el paraíso perdido. Vuelven los vocablos con resonancias del “combate”. Resistencia, lucha, Numancia, no pasarán, el honor (que es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios)… Abundan las palabras que nos descubren a un nuevo héroe en un mundo en el que el pragmatismo y el materialismo habían dejado anticuados los valores de la caballería. La épica cutre, más propia de las leyendas del PCE de otros tiempos sobre sus solitarias luchas de eras de heroísmo, es sólo la cortina de humo para que no veamos la picaresca más miserable, que es el género al que pertenece la infrahistoria de los profesionales de la política o politiquilla local. Pero Madrid no es que no sea místico ni guerrero. Por eso, es de temer que, dado el dramatis personae del PSM y el cariz de los gerifaltes de Ferraz y Moncloa, nuestra comunidad está condenada a no sobrepasar las peripecias del género chico. Tanto el tozudo madrileño como la dama boba no dan para más de un sainetillo o una zarzuela de las castizas, por mucho que el jefe se las dé de posmoderno. Para hacer política, a estas alturas ya sólo sería posible aplicar métodos expeditivos, tanto con la cofradía local como con el déspota iletrado. La grandeza de lo trágico está ausente en las farsas, los astracanes, las comedias grotescas y, qué decir tiene, en el esperpento.

De las aguas estancadas del FSM-PSM pocos peces no contaminados pueden surgir. Pero con las experiencias de aterrizajes y paracaidistas, hace falta tener muchos "motivos para creer" que nos hagan ver el advenimiento de la ministra de Sanidad con la fe, esperanza y caridad que ya no tenemos los que sólo veríamos la luz con una tabla rasa absoluta. La imagen de dedazo, de barullo, de falta de cohesión y de poca brillantez auguran un resultado poco halagüeño, si a eso añadimos la mala coyuntura nacional. Harían falta un comité de salud pública y una buena empresa de selección de personal y cazatalentos para buscar los mirlos blancos que no nos hagan volver a ver una vez más la misma previsible historia.

Estamos en verano. Y ya se sabe. El cine es ligerito, lleno de películas sin demasiado talento, que nos recuerdan a la comida industrial, en serie. No es ques sea sal gorda, es que todo es precocinado y con ketchup del malo y envases de plástico.

Desgraciadamente, no hay en el horizonte nada que augure que no vamos a ver la enésima repetición de Aterriza como puedas3, o Pesadilla en Ferraz Strret (4) o peor, Torrente en las municipales y autonómicas: apatrullando la campaña electoral.

domingo, 8 de agosto de 2010

NUEVO EPISODIO DEL SAINETE DEL PSOE MADRILEÑO


La verdad es que el panorama que ofrecen tanto el PSM como la dirección federal del PSOE no puede ser más deprimente con vistas a unas elecciones autonómicas en las que una tercera victoria de Esperanza Aguirre sería una maldición para los ciudadanos de Madrid.

El dramatis personae de este juguete cómico nos muestra el nivel de nuestra clase política, una de las instituciones peor valoradas por los españoles. Por algo será.

Tomás Gómez, héroe o villano de opereta, fue designado a dedo en su día y representa al aparato burocrático del PSM, su pesebre y clientelismo. Ha ejercido internamente de forma autoritaria (recordemos cómo despachó la discrepancia del concejal Alejandro Inurrieta en su blog: propuesta de expulsión) y en el plano institucional nadie recuerda una sola línea coherente en su pobre discurso, excepción hecha de su apoyo a la escuela concertada y a la no muy progresista supresión del impuesto sobre el patrimonio.

La candidata del gran jefe, Trinidad Jiménez, ya fue digitada en 2003, en aquel caso para las elecciones municipales de la villa y corte, en las que fracasó estrepitosamente. Luego no se dedicó enteramente a su labor de portavoz en el Ayuntamiento, de donde se propuso huir nada más ganar Zapatero en las generales. ¿Permanecerá en su cargo una legislatura completa si finalmente es la candidata y pierde? Por otro lado, como ministra de Sanidad ha sido sonora su precipitación en la compra de las inútiles vacunas contra la gripe A, otro absurdo despilfarro para un país al que no le sobra dinero exactamente. Y parece continuar en la línea del prohibicionismo compulsivo de su predecesora, lo que, unido a la misma insoportable levedad de todo lo que rodea a su valedor, no le da demasiadas credenciales como candidata.

La irreductible posición del antiguo regidor de Parla aboca a resolver el pulso entre los federales y el PSM en unas primarias, que se van a convertir ante propios y extraños en un test para Zapatero.

El Reglamento de Primarias, promovido por José Blanco, es leonino, porque establece unas condiciones para presentar candidaturas que limita sólo a los grandes grupos organizados la posibilidad de promover a sus aspirantes. Habría que volver a las primeras normas internas sobre primarias, abiertas a todos los militantes, sin una exigencia previa de un número tan elevado de avales, que son públicos, y además de forma que cada militante sólo puede respaldar a un candidato.

Desde el punto de vista de la imagen de esta minicrisis veraniega –o sainete de la más pura estirpe castiza-, la primera visualización es que Zapatero está perdiendo su autoridad dentro del PSOE, partido que ha dirigido de forma despótica mientras ha podido. No ha sometido ninguna de sus ocurrencias a ningún debate interno. La pérdida de crédito público por parte del presidente le está ocasionando un deterioro notorio. Y ahora ha demostrado que en esta ocasión el cálculo no ha sido el adecuado.

Las perspectivas electorales no son muy halagüeñas para el PSM, tanto con candidatos de la cantera como parachutados. No sólo repercutirán los malos datos de la economía y la política antisocial del gobierno de España, sino tambíén la imagen de maldición de la FSM, hoy PSM, una organización siempre marcada por sus conflictos internos.

Si a esto añadimos la impresión de disgregación de las federaciones del PSOE, que, si nos atenemos a la denominación de sus organizaciones territoriales, es un partido de partidos, concluimos que hubiera sido mucho mejor para todos que Zapatero se hubiera cogido el mes de agosto entero de vacaciones.

Haber estado un tiempo ocioso y relajado y haber vuelto con fuerzas renovadas, liberándonos durante un mes de sus originales decisiones habría supuesto que también el país y el PSOE habrían descansado por un tiempo del inquilino de La Moncloa. Que también nos lo merecemos.

sábado, 7 de agosto de 2010

LA VERBENA DE LA PALOMA

Madrid pasa del cosmopolitismo de ser una capital europea a lo más castizo del género chico.

Un ex-alcalde y una pija, hijos del pueblo de Madrid, me dan el opio con tal gracia que no los puedo resistir.

Es verdad que don Hilarión Zapatero ya ha decidido cuál de los dos le gusta más. Y es su Trini del alma, la que ya se pegó la castaña contra Ruiz Faraón.

Pero, para seguir las convenciones del género, el chulapón Tomás le ha respondido a don Hilarión Zapatero que "eso ahora mismo lo vamos a ver".

En fin, que también la gente del pueblo tiene su corazoncito, con lágrimas en la cara y celos bien reprimidos.

La zarzuela amenaza con divertir durante el vacío informativo veraniego y ahí tenemos a otra chulapa, doña Espe de la Puerta del Sol, que sólo puede caer si se muere de un pasmo tras el ataque de risa que le tiene que estar provocando la contienda que entre Tomás y sus acólitos, Zapatero y la Trini, están disputando muy cerca de la presidencia, en el Callejón del Gato, donde no hacen falta los espejos cóncavos y convexos para que las imágenes de personajes y fantoches se vean como una deformación grotesca, que caída la máscara posmoderna y telegénica, es sólo una mueca ridícula.

viernes, 6 de agosto de 2010

DEDAZO Y DEMOCRACIA EN LOS PARTIDOS



La Constitución española establece en su artículo 6º que los partidos políticos en “su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”. ¿Qué se entiende por “democráticos”? Pues no se especifica muy bien. Se supone que dentro de un partido político debería haber libertad de expresión, pluralismo, elección democrática (por sufragio universal) de los diferentes cargos y representantes… en fin, todo lo que para la organización de una sociedad se entiende por ´democrático´.

La realidad, sin embargo, dista de compadecerse con ese precepto constitucional, cuyo cumplimiento nadie parece muy interesado en reclamar. Y eso que los partidos son el principal instrumento de participación política de los ciudadanos. Son su herramienta para estar representados. Sin embargo, la democracia representativa es una estructura bastante deslegitimada, muy distante de la ciudadanía. Listas cerradas y bloqueadas, una clase política que no acepta limitaciones de mandatos, tendencia a la concentración del poder y no a la división de poderes… Por eso, muchos pensamos que vivimos en una democracia de baja calidad, donde los ciudadanos no cuentan con representantes a los que puedan pedir responsabilidades y que sean el reflejo de sus opiniones e intereses.

Los partidos políticos celebran congresos, donde los delegados, elegidos a su vez por listas cerradas y bloqueadas, eligen a otros delegados, que a su vez eligen órganos dirigentes. Es la traslación del modelo leninista y de nuestro pasado reciente, una síntesis de democracia popular con democracia orgánica, en la que realmente prima una partitocracia y dentro de ella una oligarquización del poder basada más en las lealtades personales, el clientelismo y el tráfico de influencias. Esta estructura favorece igualmente el vaciado ideológico, de manera que los partidos políticos devienen en maquinarias electorales, grandes empresas de márketing político, que funcionan más bien como “lobbies” que como un instrumento de representación. El discurso político tiende a la movilización de sus seguidores como si fueran una hinchada futbolística, fomentando el hooliganismo, la demonización del contrario y no articulando un compromiso y un programa con los ciudadanos a los que supuestamente aspira a representar.

Es patente, pues, que los partidos políticos en la España de hoy son esencialmente antidemocráticos. Vimos cómo en su día, en 2004, un partido político que presume de tener cientos de miles de militantes, como el PP, esperaba a que su entonces presidente designara mediante un dedazo indisimulado a su sucesor al cargo orgánico y a candidato a La Moncloa, donde hasta ahora no ha conseguido entrar más que como dirigente de la oposición. La falta de legitimidad democrática de Rajoy es tan patente como débil es su liderazgo. Cuestionado continuamente en su propio partido, en sus terminales mediáticos, intentó suplir ese vacío con un congreso que fue más un pacto con las oligarquías internas de su formación, con graves hipotecas y manos atadas frente a redes de corrupción que afectaban al aparato anterior y a varios aparatejos territoriales y gobiernos autonómicos.

Cuando en 1997 fue elegido Joaquín Almunia secretario general del PSOE en un congreso en el que el líder natural, Felipe González, decidió retirarse por sorpresa después de su derrota electoral del año anterior, fue consciente de esa falta de liderazgo. Y recurrió a un procedimiento insólito en la joven democracia española, algo que por imitación del modelo norteamericano se denominó “elecciones primarias”. Aunque no eran iguales que las que se llevan a cabo en Estados Unidos, mediante este procedimiento no iban a ser los comités, los aparatos ni los políticos profesionales los que designasen, sino los militantes los que eligiesen, sin intermediarios. Las “primarias” no las ganó Almunia, pese a lo cual ni dimitió de su cargo ni renunció a ser el candidato en las elecciones de 2000, que su partido perdió de forma contundente. A Borrell no le dejaron ejercer de candidato, pese a tener el apoyo democrático de la base social del PSOE. Y la bicefalia de las dos legitimidades no funcionó. Simplemente porque los mecanismos de elección directa son un cuerpo extraño para los aparatchik profesionales, quienes no saben desenvolverse bien en ese terreno. No es su medio. Se puede discutir mucho cuál es el mejor procedimiento para articular la democracia interna en un partido político, pero lo que es indiscutible es que el actual funcionamiento de las formaciones políticas en España es manifiestamente antidemocrático. Y que no se corresponde con el mandato constitucional antes citado.

Ahí tenemos cómo despachó el hoy cuestionado Tomás Gómez las discrepancias de un concejal de su propio partido, Alejandro Inurrieta, al que, por expresarse libremente en su blog, le incoó hace no mucho tiempo un procedimiento sancionador para expulsarlo del PSOE. Curiosamente, las tesis de Inurrieta, heréticas en su día, eran que Gómez no era el candidato adecuado para las elecciones autonómicas, opinión que ahora ha pasado a ser doctrina oficial en la ejecutiva federal, que es, por cierto, el órgano que deberá resolver el expediente remitido por los socialistas madrileños.

Pero el episodio reciente más lamentable que evidencia este despotismo indisimulado, en el que ni siquiera se cuidan las formas, es el rifirrafe para designar a los candidatos del PSOE a la Comunidad y al Ayuntamiento de Madrid. Primero, ante una instancia “representativa” de las estructuras partidistas, el Comité Regional, el secretario de los socialistas madrileños manifiesta su intención de ser el candidato que intente relevar –difícil tarea- a la cada vez más crecida Esperanza Aguirre. Sin hacerlo ni ante los órganos del partido ni de manera colegiada, el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, hace ostentación y alarde de su poder expresando sus preferencias y sus voluntades, esto es, sus deseos. Sus deseos son órdenes, suponemos. Esta grosera exhibición de su poder personal, ajena incluso a los Estatutos de su partido, nos muestra su afán de controlarlo todo personalmente, y de hacerlo con ostentación, de decidir los más variados asuntos de manera despótica, entendiendo que por la cuenta que les trae a los que aspiren a ocupar puestos en las listas, todo el mundo dirá amén.

Trinidad Jiménez, que ya se estrelló en 2003 frente a Gallardón y que no asumió sus compromisos como portavoz de la oposición municipal hasta el final de su mandato, ha sido la ungida para la Comunidad de Madrid. Y Jaime Lissavetzky, por su parte, ha sido distinguido con el dedazo para enfrentarse al faraónico y megalómano Ruiz Gallardón, quien sigue siendo un buen activo electoral.

Por supuesto, de programas, ideas y de inquietudes ciudadanas de eso ni se habla. También los electores de izquierda estarán esperando a que los ungidos tengan grandes ideas geniales que habrá que seguir como borregos. Ese es el papel que el guión les ha asignado, el de meros corifeos.

Los ciudadanos, con sus recortes salariales, laborales y sociales, además de buscarse la vida en su actividad privada, no tienen más opción que seguir siendo convidados de piedra en esta democracia que sólo cuenta con ellos para que les pidan el voto cada cuatro años, casi con el único argumento de que si no votan a los “suyos”, vendrán los malos.

La falta de democracia en los partidos, junto con las listas cerradas y bloqueadas, el carácter oligárquico de la clase política, amén de la larga lista de privilegios y prebendas y la impunidad de la corrupción, hacen que el sistema de representación, tal como está funcionando, ya no aguante más y sea imprescindible que la sociedad civil se deje oír y empiece a organizarse. Porque, ¿alguien ha oído a alguno de los actores antagonistas en liza –o quizá títeres, cuando menos vasallos de su señor- qué quieren hacer en Madrid?

martes, 3 de agosto de 2010

Pongamos que hablan de Madrid. Los federales atacan de nuevo.



Pongamos que hablan de Madrid. Los federales atacan de nuevo.

Madrid es desde hace varias décadas un feudo político de la derecha. A esa situación se llegó tras un vuelco electoral que hizo perder al PSOE primero la alcaldía, cuando a finales de los ochenta el PP y el CDS unieron sus fuerzas para descabalgar al entonces primer edil, sucesor de Tierno Galván. Y más tarde, el poder autonómico. En la Comunidad los socialistas gobernaron hasta 1995, cuando Ruiz Gallardón derrotó al primer presidente de la Comunidad, Joaquín Leguina.

Y desde entonces se bailan los fandangos. En 1999, en uno de los momentos electorales más bajos para el socialismo madrileño y español, Gallardón se impuso en la Comunidad sin grandes problemas a una candidata aterrizada como Cristina Almeida, procedente del naufragio del PCE, simpática, locuaz, espontánea y no muy refinada abogada y comunicadora, pero que se estrelló contra el ya creciente peso específico del delfín favorito de Fraga Iribarne y niño bonito de Jesús del Gran Poder y del grupo PRISA. Ese mismo año, en la alcaldía, las primarias celebradas por la FSM arrojaron una victoria estrecha de Fernando Morán sobre Joaquín Leguina. Esas elecciones internas estaban más dominadas por las luchas intestinas tradicionales de los componentes de la mesa camilla que por la búsqueda de un candidato con posibilidades de éxito surgido de entre la masa social, los militantes de base, el pueblo o los potenciales votantes.

En 1999 las crisis internas de la FSM y el alejamiento de sus dirigentes de las preocupaciones del ciudadano medio terminaron pasando factura. A ello es preciso añadir que el momento político no era el más conveniente, en pleno descenso del PSOE, acercándose más a su suelo que a su techo político.

Pero hete aquí que cuando el ciclo político del PP empieza a declinar por su desgaste en la acción de gobierno, la ejecutiva federal del PSOE, con Zapatero a la cabeza, ya había empezado a tomar si no las riendas, sí ciertas decisiones estratégicas que iban a tener repercusiones importantes en la organización de los socialistas madrileños. En el año 2000, en el Congreso Regional de la FSM, Blanco, a la sazón secretario de organización federal y ministro plenipotenciario del gran líder leonés, promueve una candidatura interna encabezada por el profesor José Antonio Díaz, pero controlada por personajes célebres de “notoriedad efímera”, como José Luis Balbás y el que sería célebre por su espantá, el insuperable Eduardo Tamayo. Esa candidatura fue derrotada por Rafael Simancas, que encabezaba un grupo de entonces jóvenes dirigentes políticos, con simpatías por el exvicesecretario Alfonso Guerra y hermanado con una de las familias más clásicas del socialismo madrileño, coaligado con otros militantes de la más variada procedencia y que se basaba igualmente en el apoyo de un grupo de intereses transversales que han constituido los socialistas que estaban en determinadas empresas públicas y en CajaMadrid. Los federales presionaron para que los vencidos se integraran en la nueva ejecutiva, obsesionados con que Madrid pudiera ser un contrapoder al entonces incipiente y frágil nuevo aparato de Ferraz. Su falta de visión de lo que necesitaba el socialismo madrileño era tan aguda como la que siguen teniendo hoy.

Pensando en los comicios que se avecinaban, los dirigentes de la FSM y los federales acordaron que en 2003 no hubiera elecciones primarias y en su lugar sellaron un pacto en virtud del cual una candidata recién aterrizada en paracaídas (al estilo de los antiguos “cuneros” de la época canovista) encabezaría la lista al Ayuntamiento de Madrid para disputarle el puesto a Ruiz Gallardón, mientras que el secretario general de la FSM, en aquellos tiempos Rafael Simancas, sería el número 1 de la lista a la Comunidad. La elegida era una desconocida, joven, mujer, moderna, hija de un relevante magistrado, tenía una llamativa cazadora y…. Y nada más. Trinidad Jiménez, que así se llamaba la ungida por el alto mando, perdió de forma estrepitosa contra el invencible Gallardón. Previamente, Aznar había decidido permutar a sus cabezas de cartel en la capital del reino, pues veía más peligro de derrota electoral para el PP en el municipio de Madrid que en la Comunidad Autónoma del mismo nombre. Y el cálculo no fue del todo exacto, porque el PP perdió en 2003 la mayoría absoluta en la Asamblea de Madrid, lo que habría abierto la puerta a una alternativa, fruto del acuerdo entre el PSOE e IU si no hubiera pasado lo que pasó.

Y lo que pasó, que todavía no nos hemos repuesto del susto, es que dos de los diputados impuestos por José Blanco para el órgano legislativo madrileño no comparecieron en la votación del presidente de la Asamblea. Incidente esperpéntico que provocó una crisis de desastrosas consecuencias para el socialismo madrileño. Una comisión de investigación que sacó a la luz de forma obscena, el más subido reality show de la vida política española, porno duro no apto para menores, los entresijos y los trapos sucios más decadentes de la clase política madrileña, fue la mejor precampaña electoral para hundir a la FSM y hacerle perder la esperanza de recuperar un poder que se veía muy cerca. El espectáculo basura a quien más dañó fue al PSOE. La gestión de la crisis por parte de Esperanza Aguirre fue hábil y pragmática. Agotó los tiempos para que no hubiera más remedio que celebrar elecciones. Y en octubre se repitieron los comicios, con una victoria del PP que cambió temporalmente la tendencia de voto de baja del PP y subida de la alternativa que ya se empezaba a detectar por esa segunda legislatura hosca y “sin complejos” de José María Aznar.

Nunca se ha enfatizado lo suficiente que si Zapatero no hubiera impuesto a Tamayo y su acólita en las listas autonómicas, Esperanza Aguirre no sería quien es. Espe se alzó con la presidencia autonómica merced a la política de listas electorales del aparato federal y a la mala gestión de la crisis que hizo Simancas. Y el PSOE madrileño hubiera recobrado un papel institucional que ya no tiene en el foro, de haber confeccionado unas listas electorales mínimamente fiables. Fue Ferraz quien arruinó las posibilidades electorales de la FSM, con un intervencionismo más basado en sus ansias por el control del aparatejo provincial y el aumento de sus cuotas de poder que por ayudar a salir del hoyo al socialismo madrileño.

Pero ahí no acaban las intervenciones ingeniosas, innovadoras y sorprendentes del postmoderno, sonriente y siempre activo líder, José Luis. Tras el primer aterrizaje de Trinidad Jiménez, saludado por algún miembro del Comité Regional de la FSM como el advenimiento de la santísima trinidad, en 2007 se repite la jugada. Se busca candidato a alcalde en los lugares más insospechados. Primero se pensó en José Bono, importante activo electoral y político al que había que aparcar en un espacio digno de las ambiciones y miras del actual presidente del Congreso. Pero el astuto manchego no quiso correr el riesgo y, además, no se iba a enfrentar a su amigo Gallardón. Y tras ofrecérselo sin éxito a varios contendientes en liza, como segundo o tercer plato, se parachuta al director de la oficina económica de Moncloa y guru de Zapatero, el ínclito Miguel Sebastián. Su candidatura contaba con el lema oficioso de “Miguel se va a hostiar”. Y efectivamente, la castaña que sufrió el fallido candidato fue de las que hacen época. El hoy ministro de Industria, tras el revolcón en las urnas, ni siquiera llegó a tomar posesión de su acta de concejal, dejando tirados a los votantes que habían puesto en él sus esperanzas y sus expectativas de cambio político en la capital del reino.

El lector puede reflexionar sobre el alto nivel de acierto de las intervenciones de Zapatero y sus colaboradores en la política del PSOE de Madrid. Hasta la fecha no han dado ni una en el clavo. Claro que hay que dejarles que sigan practicando, como a los malos estudiantes que agotan el límite de convocatorias, a ver si por fin hacen una a derechas.

Ahora, poco tiempo antes de que se pite la señal de salida, Zapatero cuestiona al secretario general del PSM, Tomás Gómez, quien se siente, como la señorita de Trevélez, compuesto y sin cargo, después de las ilusiones que se había hecho el pobre. No sabemos si se resiste de forma numantina o matritense, pero el exalcalde de Parla no se conforma con aceptar la consigna de que él no es el ungido. Conviene recordar que Tomás fue en su día digitado desde arriba como el salvador, el pacificador, el unificador y el renovador del siempre en crisis PSM.

Pero Tomás ya no les mola. Cierto es que no ha conseguido consolidar un liderazgo ni interno ni social, por mucho que los cuadros del Comité Regional le han prestado una adhesión que se la pueden retirar al día siguiente, cuando reciban las instrucciones pertinentes de quienes del indicarán qué tienen que votar.

Podemos vernos abocados a un inicerto proceso de primarias en el que sólo un candidato obtuviera los avales. O ninguno de los dos. Si Tomás Gómez se empecina en que haya primarias, el envite puede ser muy peligroso para el socialismo madrileño. Una derrota de la candidata de Zapatero sería una catástrofe, una victoria por la mínima, un mal comienzo de la campaña electoral, un desgaste inconveniente para una campaña que va a ser cuesta arriba. Cabe suponer que en los cálculos de Ferraz y de Moncloa está que el líder madrileño no aguantará el tirón y se impondrá la voluntad del gran líder. Pero a fecha de hoy eso aún no está decidido.

El cuarto desembarco de las tropas de Ferraz en el teatro bélico de la villa y corte y pueblos adyacentes amenaza con parecerse a esas operaciones militares de ejércitos poderosos cuyo fin inexorable es haber contribuido a la derrota y a la desolación de forma irremisible. Nunca en la FSM verán con más certeza el terrible lema que hizo popular un político de la UCD: “Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”.

lunes, 2 de agosto de 2010

VER LOS TOROS DESDE LA BARRERA



La ya muy conocida y comentada prohibición de los toros a manos de los políticos en nómina de la taifa de Cataluña está dando pie a todo tipo de comentarios, algunos de los cuales cogen el rábano por las hojas y aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid para contarnos el rollo que tenían reservado a priori. Están en su derecho. Es el viejo recurso del texto como pretexto. Contribuyen así al ruido, que es una forma de que no escuchemos lo que no interesa que se escuche.

¿Pero cómo calificar la gesta de lo que han aprobado los diputadets? ¿Qué han hecho? ¿Coger el toro por los cuernos? ¿Ver los toros desde la barrera? ¿Echar un capote al independentismo tras sus ridículos en referendos ilegales e inútiles? ¿Poner las banderillas a los que se alegraban por la ambigua, insuficiente y chapucera sentencia del Tribunal Constitucional?

De momento, lo que han logrado los padres de la patria catalana ha sido polarizar, tensar (tensionar diría Antón Saracíbar), crispar, convertir el debate político en un rifirrafe propio de un programa de telebasura.

Y una gran proyección internacional. Por fin, la prensa extranjera mejor informada se ha enterado de que el problema más importante de toda la Historia de España (tauromaquia sí, tauromaquia, no) se resuelve mejor en una nación que es Cataluña, que si no ha progresado más en la historia es por culpa del centralismo castellano, luego madrileño.

Animando el cotarro, aunque corriendo hacia el burladero, el máximo respresentante de una identidad catalana con raíces charnegas, parece querer desmarcarse a toro pasado. La pena es que políticamente ya está para el arrastre. Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan trepa, tan lleno de impostura. Cuesta mucho trabajo que un cordobés sea cómplice de la prohibición de la lidia en Cataluña. Claro que no es el cordobés por antonomasia, aunque él esté ya blindado de las cornás que le da el hambre con la pensión vitalicia que se embolsará cuando las urnas lo manden al toril y sea expresidente, con todas sus prebendas y canonjías.

La polémica taurina obliga a definirse en bandos, a introducir una nueva división entre dos Españas irreconciliables. Por eso, yo me mojo, para que no digan. Personalmente, a mí no me gustan los toros ni por la tele. Es un espectáculo desagradable. No los entiendo como cultura, confieso mi ignorancia. No los aprecio como arte. Señeras figuras de diversas artes si los sintieron, los admiraron y los reflejaron en sus obras. Pero la fiesta tiene sus seguidores y da trabajo a un no despreciable sector de ganaderos, toreros, baderilleros, mozos, y subalternos a los que los caprichos discrecionales de las “élites políticas” mandarán a la cola del INEM. Además, la supresión de la fiesta supondría la extinción de la especie.

Encima, es una decisión precipitada, prepotente, en la que la mayoría machaca los derechos de la minoría. Si se generaliza ese principio de actuación, podemos estar ante un abuso de democracia, régimen que debe ser, entre otras cosas, el gobierno de la mayoría y el respeto a la minoría. Es lo que podríamos llamar la dictadura democrática. Por despecho, por despotismo o por fanatismo, el Parlamento de Cataluña ha decidio excluir de su genuino, privativo y exclusivo y excluyente concepto de la ficción, perdón nación, catalana, un espectáculo que los más nacionalistas consideran ajeno a la esencia de la identidad patriotera. Y así va empequeñeciendo más el acervo de una cultura tradicionalmente mediterránea, tolerante, plural y con gran sentido práctico.

Lo que han perpetrado los ilustres representantes de un órgano legislativo que tendría mucho que debatir sobre otros asuntos es sencillamente un exponente de autoritarismo y despotismo iletrado que sufren los propios habitantes de Cataluña. El desastre del sistema educativo público catalán, literalmente declarable como un siniestro total, la corrupción estructural del poder político, que ya con el muy honorable presidente Pujol se inició por los caminos de una distinguida cleptocracia, la integración de los inmigrantes, que será un polvorín en breve, el déficit y la mala gestión presupuestaria de las administraciones centralizadas, son asuntos que no interesan. Se une esta decisión a una ya larga tradición reglamentista e intervencionista que ni hará progresar a la sociedad de Cataluña ni facilitará el bienestar de su población.

Al contrario, la prohibición encaja en un espíritu postmoderno, emparentado con el fundamentalismo progre, con notas de ecologismo demagógico e incongruente en la defensa de los animales, que es la seudojustificación de quienes quieren llevar a cabo la exterminación de los festejos taurinos en la nación catalana.

¿Qué repercusiones tiene esta decisión para la unidad de España? ¿Para las relaciones con el resto del “Estado”? Obviamente, ninguna, si excluimos que es un motivo más de tensión artificial con el que se agreden mutuamente los defensores a uno y otro de la península ibérica de las esencias patrias, de sus visceralidades, de sus respectivas rivalidades de hooligans. Un motivo más para hipertrofiar las fuerzas centrífugas, aumentar el victimismo y el infundado sentimiento de autoagravio, aderezado con un peligroso sentimiento anticatalán. Todo un clima de disgregación y de animadversiones recíprocas que cualquier “responsable” político responsable debería haber frenado hace tiempo.

En la mente de todos están quienes han jugado con fuego y nos pueden abocar al holocausto (en su sentido etimológico). Y ya veremos cómo termina ardiendo el polvorín que artificialmente ha fabricado una clase política que no ha estado a la altura de las circunstancias. Ese monstruo bárbaro y nefasto del nacionalismo (ya casi hoy independentismo), apoyado por los pactos coyunturales de gobierno que desde 1993 se han encargado de hipotecar el futuro.

Pero si antes hemos dicho que a los grandes intereses de España el desafuero de los diputados que tenían ese día voto libre y de los que obedecían consignas no le va a afectar, ¿a quién le va a perjudicar? Pues, como llevaba pasando después de la época del muy honorable y exbanquero, padre de una numerosa prole bienpromocionada y una señora racista y de escasa cultura cosmopolita, los paganos de las barrabasadas de ese Parlamento Autonómico serán los ciudadanos que viven en Cataluña. Quienes verán recortados, una vez más, sus derechos y libertades, y contemplarán igualmente cómo, pese a los delirios de grandeza de los herederos de ese traidor a la II República que fue Lluis Companys (cuya irrisoria y funesta carrera política se vio redimida y elevada al santoral por haber sido salvaje y cruelmente asesinado por orden de Franco y con la colaboración de la GESTAPO), su “país” se encamina hacia una intolerancia oficial que no ser observaba en la sociedad, pero que por ósmosis, terminará penetrando y alimentando la discordia civil.

Cataluña es un país cada vez más pequeñito, como en la canción de Eurovisión, más provinciano y miserable. La transterración de Albert Boadella, el ninguneo sistemático de Josep Pla y la falta de respeto a los catalanes que no se someten a los dictados de la secta nacionalista nos muestran que el concepto de identidad tiene unos límites tan artificiales y espurios que podemos entender que dentro de la concepción totalitaria y fascistoide de un nacionalismo de opereta, vivir puede ser irrespirable. La presión ya ha logrado que desde los inicios del Estatuto de 1979 hayan huido de Cataluña muchos: la presión los ha expulsado. Y de prota un charnego converso y de pacotilla, que ha asumido el papel más friki de esta tragicomedia que ojalá algún día los catalanes terminen echando abajo para no dar la razón al terrible augurio savateriano de que nos encaminamos a una nueva Inquisición. Por eso, la consolidación de las libertades tendría que pensar en cómo desinflar, y si fuera posible, acabar con el monstruo, a menos que deseemos minimizar sus perniciosas e inquietantes fechorías.